Sabemos que ser padres es difÃcil y solo queremos lo mejor para nuestras familias. Por esto, quisiera ilustrar la importancia y prioridad de la compasión hacia nosotros mismos.
No es tu culpa si has usado la comida como premio o castigo. No es tu culpa, si tú tampoco tienes una relación sana con la comida. No es tu culpa, querer controlar cuánto, ni qué comen tus hijos. Tampoco es culpa de tus padres, haber aplicado ciertas reglas en la mesa o haber sido muy estrictos contigo. Fue el resultado de hacer lo que pudieron con la información que tenÃan en aquel momento. Muchos de estos mensajes han sido grabados y propagados de generación a generación.
Si tus practicas a la hora de comer, son lejanas a la alimentación intuitiva y piensas o sientes que has dañado o fallado a tus hijos, no estas solo/a. Vivimos en la misma sociedad y compartimos muchos de estos temores !
La publicidad, cultura de dietas, y redes sociales imponen estas reglas y estándares que no son compatibles con la realidad. También compartimos la errónea asociación de que somos mejores padres si nuestros hijos son de buen comer (y viceversa).
La buena noticia detrás de todo esto, es que siempre podemos reparar las relaciones y empezar de nuevo. Especialmente con nuestros hijos. Primero, se necesita compasión y darnos el permiso de aceptar de que somos humanos, no seres perfectos. Emulamos la auto-compasión y perdón, para luego volverlo a intentar. Con el tiempo, práctica y consistencia todo se puede lograr.